T a n z a n i a

 

Agosto 2011

Si tuviera que elegir un paraíso personal de entre todos los lugares que conozco a día de hoy, sin duda ese sitio seria Zanzíbar. No toda Zanzíbar, solo algunos rincones. Rincones aun vírgenes a esa paradójica vida turística del “primer mundo”. El yin y yang de los países “subdesarrollados”.
Lo llamo paraíso básicamente porque no soy ciega, porque allí fui un poco sorda, por la gente con la que estuve y claro está por ese clima cálido tan rico. Nada de esto aislado es suficiente, pero todo junto conforma una ecuación que funciona.
Llegue a Zanzibar con una pequeña barca desde Pangani, un poblacho al norte de Tanzania, saltándome el protocolo. Creía que lo más lógico no era llegar desde Dar Es Salaam, como hace todo el mundo, ya que para ello tenia que montar en un bus 9 horas hacia el sur y después en un ferri 3 horas más otra vez hacia el norte hasta Zanzíbar. Cuando mirando un mapa, Pangani parecía mucho más cerca en línea recta. Me cuesta aprender, no puedo decir más………
Después de 4 horas en océano abierto, sin ver tierra, con unas olas que cada segundo hacían que la pequeña embarcación fuera a volcar, cualquier cosa me podía parecer un paraíso, la vida en si era un paraíso. Pero ver a lo lejos esa costa del norte de Zanzíbar, con esas aguas de todos los tonos entre el azul y el verde, con esas arenas blancas que hacen daño a los ojos, y con toda esa vida popular. Me pareció, sin duda, que el paraíso estaba ante mí, aunque estuviera embriagada por unas cuantas pastillas contra el mareo.
Allí aprendí a no hacer nada, física y mentalmente. Y aunque mi relación con el océano Índico no fue de lo más cordial, necesitaba de su compañia, así que nos soportamos mutuamente una buena temporada.
Ir casi sin ropa y prescindir de zapatos durante 45 días, forma parte de esa sencilla vida en el “paraíso”. Puede parecer que una turista con tarjeta de crédito que le respalde (por muy vacía que este) es demasiado ignorante y prepotente para afirmar que los lugareños piensan lo mismo del lugar donde viven. Pero juntaré mi prepotencia con su ignorancia de todo lo demás y correré el riesgo, lo afirmo. ¿De otra manera donde quedaría en todo esto el paraíso?
Nada es un problema demasiado grande en Zanzibar, hasta me atrevería a decir que ni siquiera la muerte, hakuna matata!!, si no hay de comer, siempre habrá alguien que se apiade y te un plato de ugali o si no, basta con sentarse bajo uno de los miles de árboles fruteros y esperar a que te caiga una papaya o un mango o cualquier cosa comestible…………