E t h i o p i a

 

Mayo 2011

Mulu, al igual que su madre, Braham, es la que cuida de la familia. Matriarcas, como en la mayor parte de África.
Mulu vive en Addis Abeba, la capital; Braham en Soto, una ciudad-pueblo hacia el sur de Ethiopia.
Mulu trabaja en una ong para cuidar de sus cinco hijos de tres maridos diferentes y ausentes; viven en una casa construida con palos y barro en medio de la ciudad, en un barrio de chabolas con las calles de tierra, sin red de saneamiento ni agua corriente en la que se mantiene un orden y una limpieza mas alla de lo necesario. Braham también cuida de sus hijos, algunos de los varones divorciados o no casados que aun viven con ella, y algunos de sus nietos; regenta una especie de pensión, alquila habitaciones por largas temporadas, a veces vidas enteras, a personas que no tienen casa; por un poco mas de dinero les da la comida también, enyera, que es lo que comen constantemente sin cansarse.
Las dos se levantan las primeras, al salir el sol, sin relojes, junto con las sirvientas; se enrollan en esas telas de algodón de un blanco impoluto con las que se cubren las cabezas y se protegen del fresco amanecer mientras ordenan a sus respectivas sirvientas los trabajos del dia.
Mulu, sentada en uno de los sillones que saturan la estancia, aveces comedor y otras dormitorio, se toma un te caliente con un trozo de pan del dia anterior antes de irse a trabajar.
Braham, en la chabola donde cocinan, se sienta en su viejo taburete de madera que no levanta mas que 15 cm del suelo y se toma sus tradicionales tres tazas de café recién tostado mientras enciende varias de las cocinas de carbón sin moverse de su asiento.

Ellas fueron mi madre y mi abuela durante un tiempo en mi visita a Ethiopia