Octubre 2011
Es curioso que su supervivencia dependa de la adaptación a convivir cada día durante una hora con 12 humanos que les observan y les hacen fotos. Viéndoles uno diría que se lo han tomado bastante bien. No me atrevería a decir que les gusta pero no parecen muy incomodos, hasta creo que al jefe de cada grupo, el espalda plateada, le encanta alardear delante de sus invitados de su poder, así que va riñendo a toda su trope constantemente.
Estar a 3 metros de ellos durante una hora es un privilegio solo reservado a unos pocos, y aunque pueda parecer que se habla mas bien de un zoo que de unos animales en total libertad, el alto precio que hay que pagar ha superado el que se recaudaba por cazarlos furtivamente, así que al final supongo que se puede considerar una batalla ganada.
Los gorilas son lo más especial que tiene Ruanda, o Rwanda, como realmente se llama, pero en realidad este país es mucho más. Me sorprendió, y eso que iba avisada. Para empezar el paisaje no es polvoriento, ni sucio, ni descuidado como la mayoría de África, es montañoso, verde, limpio y fresco.
Kigali su capital está ubicada entre colinas, el centro neurálgico lo presiden un grupo de edificios altos en una de ellas, con oficinas y centros comerciales como cualquier capital desarrollada que se precie. El resto son barrios dispersos de casas con tejados de chapa entre calles de tierra sin mucho orden. Tierra roja de esa con la que siempre te imaginas África.
La gente es lo mejor, esta civilizada, sigue ciertas reglas cívicas muy raras de observar en los países colindantes. Supongo que su espeluznante historia reciente ha hecho que aprendan rápido, bueno, también ha ayudado la abundante donación monetaria internacional que se envió para tapar algunos errores políticos que avivaron la catástrofe. Nadie ha olvidado, pero solo unos pocos se atreven a hablar de ello. La vergüenza popular es tan grande que el único propósito que tienen es que nunca más se vuelva a repetir otro 1994.