Febrero 2012
Al grito de “Chipolopolo” desfile yo por Zambia. No tenía pensado ir, pero coincidió que estando en Victoria Falls (Zimbabwe) se disputo la semifinal de la Copa África, un acontecimiento sin igual en este continente tan aficionado al futbol. Zambia se alzo como una de las dos finalistas. Estábamos tan cerca de la frontera con este pais que pensamos que podíamos pasar a darnos un paseo de unos días y disfrutar en Lusaka, la capital, de la final contra Costa de Marfil.
Para Zambia aquel acontecimiento significaba mucho más que poder ganar la Copa más importante del panorama futbolístico en África. En 1993 cuando la selección nacional de futbol de Zambia volaba destino a Dakar para jugar una de las eliminatorias de esta misma competición al avión en el que viajaban se le incendio un motor y se precipito al mar frente a la costa de Gabón. No hubo supervivientes, murieron todos los jugadores y todo el cuadro técnico. Solo 3 miembros del equipo que jugaban en Europa y que tenían un permiso lograron burlar a la muerte. A partir de ellos se construyo a toda prisa un nuevo equipo que en 1994 logro llegar a la final de la Copa África cayendo derrotados ante Nigeria. A partir de ahí la selección de Zambia fue apagándose y casi desapareció de la escena internacional.
En 2012, 16 años después, Los Chipolopolo (balas de cobre) volvían a estar en la final.
No soy muy aficionada al futbol, pero aquello parecía algo más, aquello era participar en la historia de un país. Tardamos un par de días en llegar a la capital, nos compramos una camiseta de la selección, nos pintaron la cara de verde, rojo, negro y naranja y durante 3 días fuimos espectadores, y también participes de esa felicidad general y sin excepciones de la que había superávit.
Poco os puedo explicar con palabras lo que Lusaka parecía aquellos días previos, lo que fue el mismo día que se coronaron ganadores de la copa, y lo que llego a ser unos días después. Una continua, sonora y coloreada locura.